Jimmy Pacelli fumaba tranquilamente un cigarrillo cuando alguien llamó a la puerta. El viejo se incorporó con lentitud y atravesó el oscuro galpón, esquivando las pilas de cajones polvorientos. Su reloj pulsera indicaba las 3 de la mañana pero, al fin y al cabo, no se trataba de una visita inesperada . A la sombra, semi-escondido en un rincón al lado de la puerta, dormitaba el anciano Gurt. Su aspecto demacrado empeoraba cada día, pero Jimmy ya estaba acostumbrado.
- ¿Quién es?- preguntó Jimmy.
- Luciano- le respondió una voz que sonaba distante a través de la puerta de hierro.
El viejo Pacelli abrió con una sonrisa y recibió a la persona que habría de aclararle un poco las cosas. Frank Luciano, por su parte, le sonrió con calidez y entró al depósito. Era un hombre de unos 45 años, alto y corpulento, vestido con traje, sobretodo y sombrero. Su expresión era amable, pero sus ojos negros delataban su seriedad.
- Pasa, estaba... jugándole vencidas a Gurt.
Jimmy rió con entusiasmo, pero el chiste no era para nada gracioso. Frank Luciano miró al decrépito anciano con una mezcla de asco y compasión. Todos en Brooklyn sabían que Gurt Wilson no se movía, ni hablaba, ni oía desde hacía ya 20 años. Apenas se molestaba en comer cuando le daban el alimento en la boca. Para colmo hacía ya varios meses que no lo veían abrir los ojos, así que eran pocos los que le daban al octogenario más de unas semanas de vida.
- Jimmy- dijo Frank lentamente y con sutileza, procurando ignorar la incómoda presencia de Wilson a sus espaldas -, sabes bien que tu territorio no llega ni por asomo hasta...
- ¡Oh, tonterías!-descartó Jimmy de inmediato, sonriendo, mientras hacía un gesto con la mano.
Frank respiró hondo, armándose de paciencia, y prosiguió:
- ... sabes que no puedes comerciar cerca de la iglesia Jim, lo acordado fue...
- Escúchame Frank- interrumpió nuevamente Pacelli, sin perder nunca su tono apacible -, sabes que esto no va a durar para siempre. ¡La Ley Seca es más impopular que el Comunismo, por Dios! Ahora te parece que es una guerra, pero en tan solo unos meses...
- ... en unos meses veremos qué ocurre, Jim, pero ahora tienes que cuidarte las espaldas. El barrio es de los irlandeses, te guste o no. Las cosas están muy agitadas desde que esos estúpidos acribillaron al reverendo, y ahora están rodando muchas cabezas pelirrojas.
Pacelli le dio una larga pitada a su cigarrillo.
-¿Cuál es tu punto? ¿Cuál es el problema?- agregó riendo- Tú lo dijiste: el barrio está vacío, ¿qué peligro representa ahora el matón de O’Malley?
El viejo miró atentamente a su interlocutor, con expresión pensativa y los pequeños ojos celestes entrecerrados.
-¿Porqué se preocupa Torelli por mí, Frank? ¿Porqué te manda a asesorarme en mis negocios?
-Porque eres un buen amigo, Jimmy, y no quiere verte muerto por un barrio pestilente. No es un buen momento para agitar la colmena, las cosas van muy mal ahí abajo y sabes que no tienes la gente suficiente para montar un negocio allí. O’Malley será condenado a prisión perpetua, pero muchos buitres quieren recibir su porción del terreno. No podrás cargártelos tú y tus muchachos, Jim. Tu Sicilian Gang ya no es lo que era hace 15 años.
Pacelli siguió fumando y se sentó en una de las cajas, pensativo. Su expresión ahora era de total seriedad.
- Es tierra de nadie... – dijo el viejo lentamente, con la mirada perdida – En este momento es tierra de nadie y vendí un cargamento diminuto. ¿Quién demonios quiere hacerme pagar por eso?
Frank Luciano suspiró y quedó callado por unos segundos que parecieron eternos.
- No puedo decírtelo, Jim- dijo finalmente.
- Me lo imaginaba -dijo Pacelli con tristeza.
Dejaron de hablar. Durante un par de minutos sólo se escucharon los lejanos ecos de los autos.
- Mira Jimmy- dijo Frank rompiendo el silencio -. Bien sabes tú cuándo debes resignarte. Torelli te estima de verdad y seguramente podrá conseguir algo para ti, pero ahora mismo debes tener mucho cuidado. Brooklyn ya no es un lugar seguro. Haz llegado a los 70 y nadie hasta ahora quiere verte muerto, ¡es jodidamente notable, Jim! ¿Porqué arriesgarse justo ahora a tirar todo a la basura?
Pacelli se mantuvo en silencio hasta terminar el cigarrillo.
- Gracias Frank - dijo esbozando una débil sonrisa mientras se incorporaba -, pero llegué a los 70 cediendo sólo cuando debía hacerlo. De haber escuchado cada advertencia de este tipo, ya estaría muerto por imbécil. O retirado, que a fin de cuentas es lo mismo.
Pacelli empezó a caminar lentamente hacia el fondo del galpón, con las manos atrás de la espalda.
- ¿Te quedas a tomar algo, Frank?- preguntó mientras caminaba, dando por terminada esa conversación.
- No, gracias Jim- repuso Luciano, resignado. Ahora que lo venía de espaldas, Pacelli le parecía mucho más pequeño.
El viejo estuvo mirando la pared unos cuantos minutos, conciente del tenebroso silencio. Ahora la parecía tristemente obvio, pero hasta ese momento no había estado seguro:
- Torelli quiere el barrio, ¿verdad Frank?- preguntó sin darse vuelta.
- Así es, Jim- respondió con calma Luciano, que ya había sacado su revólver.
Pacelli cerró los ojos.
- ¿No hay nada que se pueda hacer?- preguntó con tristeza.
- Ya no, Jim.
Pacelli suspiró. Luciano ya le estaba apuntando al cuello, sosteniendo el Colt con el brazo derecho en alto
- Cuánto lo siento, Frank.
- Créeme: yo también.
El disparo se oyó a 2 cuadras a la redonda. La bala entró por la nuca y prácticamente despedazó la cabeza.
El arresto de Mike O’Malley y el asesinato de Don Jordi Torelli, Frank Luciano y la mitad de la familia de Palermo, propulsaron el espectacular ascenso de Jimmy Pacelli. Los jóvenes de la Sicilian Gang parecieron salir de la nada y montaron una carnicería como nunca antes se había visto en el barrio irlandés. El cuerpo despedazado de Frank Luciano apareció una mañana en las vías del tren, mientras que a Torelli lo ametrallaron 5 hombres cuando salía de su casa. Pacelli amasó una enorme fortuna en 5 años y luego desapareció misteriosamente del mapa. Un cronista del New York Times lo encontró meses después en una mansión del Caribe.
Jimmy Pacelli vivió en paz hasta los 92 años. Su aspecto indefenso e inocente fue de gran ayuda en sus años criminales. Y el gran secreto de su éxito fue que, por más de 20 años, todos en Brooklyn creyeron la magistral actuación de Gurt Wilson, el mortífero tirador anciano que veía, oía y, fundamentalmente, se movía.
jueves, febrero 01, 2007
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