martes, agosto 19, 2008

Historia violenta en Brooklin (III)

Llegando al final de la mini-saga.

Brooklin estaba desierto pasadas las 4 de la mañana. Ni siquiera las cuadras circundantes a la comisaría ofrecían un reparo muy confiable a la habitual inseguridad del distrito. Lógicamente, no era algo que pudiera preocupar en lo más mínimo a Jack Hamilton: él mismo era una de las tantas personas que hacían de Brooklin un lugar inseguro. Pero estaba parado en un lugar muy distante del de los pandilleros miserables, capaces de apuñalar a un extraviado transehúnte sólo para obtener una billetera. Hamilton era intocable para ellos. Hamilton sólo sería ajusticiado el día que hubiera intereses enormes detrás de alguna operación incomprensible. Tan inmensa, que Hamilton sólo sería un factor más a transformar en una gran sucesión de poderes. Jack Hamilton suspiró: era, en efecto, un profesional, y sabía muy bien dónde estaba parado. Moriría sin que nadie supiera de su existencia, y su eventual asesino no sabría nada de él: sólo se dedicarían a eliminar a toda la cadena de mando. Un negocio siniestro, pero, a fin de cuentas, un buen negocio.

Caminó hasta la comisaría sin cruzarse con nadie. ¿Cuándo habían comenzado los llamados? Tenía que haber sido a las 3 de la mañana: Jack tenía problemas para dormir esa noche, y la última vez que había mirado el reloj eran pasadas las 2 y media. Los grandes cambios habían comenzado, y todos los grandes cambios en el negocio siempre estaban salpicados de sangre.
Jack entró a la comisaría y preguntó por O'Malley. "Soy su abogado", declaró. El policía de la recepción hizo un gesto cansino con la cabeza, apuntando al fondo del pasillo. Acto seguido, Jack Hamilton se dirigió a una puerta custodiada por un oficial cuya placa rezaba "Summers": rostro y nombre conocidos. Hamilton se acercó mecánicamente a la puerta, dirigiéndole al oficial una mirada fugaz seguida de una levísima inclinación con la cabeza: nadie más debía reparar en esa cortesía. Entró en la habitación donde se llevaban a cabo los interrogatorios: Mike O'Malley lo miraba fijamente desde el rincón opuesto, con los brazos cruzados y la furia estampada en su rojizo rostro. Aún en aquella situación, encerrado y privado de cualquier privilegio, el tácito dueño de Brooklin lucía igual de aterrador que siempre. Una pequeña mesa con 2 sillas se interponía entre los hombres.
- Vas a tener que explicarme porqué estoy aquí- exigió el irlandés una vez cerrada la puerta.
Jack Hamilton se tomó su tiempo antes de contestar: la situación era demasiado complicada y decidió sentarse primero.
- Te acusan del asesinato del reverendo.
"Al grano. Con gente como O'Malley, en un caso así, lo mejor es ir al grano"
El irlandés sacó de su bolsillo un atado de cigarrillos y un encendedor.
- Lo mismo que me dijo éste- dijo señalando a la puerta, mientras intentaba hacer funcionar el encendedor -. Imposible. Yo no ordené la muerte del maldito Sullivan. El muy cretino debe haberse fugado luego de la visita de los muchachos.
Hamilton suspiró: venía la parte difícil.
- Summers actúa muy raro- prosiguió O'Malley-. Dijo que las cosas se habían salido de control. "Llame a su abogado, O'Malley..."- se burló impostando una voz nasal - "... pero no espere mucho. Cruzó la línea y hay mucha gente involucrada". Lucía nervioso, el imbécil... No le pago por estar nervioso.
Le dio una larga pitada al cigarrillo y empezó a dar vueltas por la habitación.
- Mike...- dijo Hamilton con cautela - no entiendes la gravedad de la situación: el padre Sullivan está muerto, tus muchachos lo asesinaron. El sepulturero también, y puede ser que haya más víctimas. Por alguna razón, la puta Iglesia se convirtió en una carnicería...
O'Malley se detuvo.
- No puede ser- dijo con la mirada perdida.
Jack Hamilton se mantuvo a la espera.
- ¡No puede ser, un sacerdote! - aulló el irlandés mientras daba un puñetazo en la mesa. El cigarrillo había caído al piso.
- ¡¿Cuál es la excusa?! ¡¿Porqué?! ¡¿Porqué?! ¡Los muy imbéciles...!- por primera vez, el rostro del traficante denotaba sincera preocupación.
"A veces me asusta hasta a mí" reflexionaba Hamilon, manteniendo un respetuoso silencio, mientras reparaba en los casi 2 metros que medía el irlandés.
- Pero no podrán vincularme- agregó mientras se sentaba, tratando de mantener la compostura -. "Obra de dementes", eso dirán los diarios. "Salvaje atentado de los anarquistas", eso es. No, no responderé por el accionar de un puñado de energúmenos que no son capaces de intimidar a un sacerdote.
Por el vidrio opaco de la puerta se distinguía la silueta de otro oficial que ahora conversaba con Summers. Hamilton no supo hasta qué punto era seguro seguir hablando del asunto.
- ¿Confías en él?- le dijo a O'Malley tras un breve silencio, señalando a sus espaldas con la mirada.
- ¿Porqué los perros son fieles a los hombres?- respondió automáticamente O'Malley.
- Porque son estúpidos- terminó de enunciar Jack Hamilton. Le hubiera gustado poder sonreír. Siempre se divertía con esa máxima que O'Malley utilizaba para explicar el funcionamiento del mundo.
- Exacto- dijo O'Malley, sonriendo satisfecho-. No te preocupes. Summers es demasiado estúpido como para traicionarme. Recuerda Jack: nunca delegues responsabilidades en gente inteligente, porque son los que saben utilizar el poder que les otorgas para traicionarte. Desconfía siempre de aquellos capaces de pensar en el beneficio propio.
Jack Hamilton se mantuvo serio. Admiraba a O'Malley, pero los hechos recientes demostraban la falibilidad se su filosofía. El irlandés ignoraba de forma temeraria el infinito potencial destructivo de los imbéciles.
- Me he cuidado las espaldas Jack, no llegué al lugar en el que estoy comportándome como un maldito novato. Conozco las calles y conozco a la gente. El reverendo tenía que callarse de una forma u otra. Seguro: yo no quería que fuera así... Pero quienes cometieron el error serán quienes paguen por él.
- 2 de los tuyos murieron en la Iglesia. Mandaste a 5...- Hamilotn sabía que no podría evitar encarar el tema principal por mucho más tiempo.
- ¿Traición?- O'Malley levantó una ceja - ¿Quiénes sobrevivieron?
- Williams, Jefferson, O'Hara...
- Mátalos a todos. Ni siquiera me interesa lo que haya ocurrido en la Iglesia: ellos habrán de sufrir las consecuencias de comportarse como jodidos cowboys. Conozco la ley: no pueden retenerme por mucho tiempo más. Cuando limpiemos el desorden, la policía se encontrará conque no tiene manera de construir un caso.
Hamilton juntó aire.
- Mike... el FBI tiene a Jefferson.
Mike O'Malley quedó paralizado. Estaba prendiendo su segundo cigarrillo.
- El senador Troy me dijo que ya firmó una declaración, lo tienen encerrado en alguna fortaleza impenetrable. No te hagas ilusiones: Troy sonaba muy molesto, dijo que no volvieras a intentar contactarlo.
O'Malley tronó sus dedos, mirando al vacío. El inerte cigarrillo pendía de sus labios, consumiéndose a sí mismo.
- Le ofrecieron algún pacto espectacular- siguió Jack-. La campaña del reverendo fue lo suficientemente atractiva como para que todo el país saliera a las calles con sus biblias a reclamar tu cabeza. Ahora el FBI tiene a un hombre que puede hablar con lujo de detalles (y, porqué no, inventar alguna que otra historia) acerca de todas tus actividades en Brooklin.
O'Malley estaba pálido. Tenía la expresión de estar buceando en un pantano.
- El senador Troy podría ayudarnos a acceder a Jefferson y asi...
- ... Troy es un hombre de negocios Mike, y hace rato que ya no eres un socio rentable. Ni todo el dinero de todo el whisky del mundo hará que los votantes olviden todo el circo del sacerdote, cuyo broche de oro fue el asesinato tras el cual tú mismo estuviste. ¡Cruzaste la línea! ¡Troy no es estúpido!
La última frase había estado de más.
- ¡Yo no dí esa orden, idiota!- vociferó O'Malley levantando el dedo índice, mientras volvía a estampar la mesa con su manaza izquierda -¡Y nunca vuelvas a cuestionarme!
El líder del hampa se llevó las manos al rostro al mismo tiempo que terminaba de incorporarse. Empezó a caminar por la habitación.
- Construirán un caso... Jefferson dirá lo que los muy malditos quieran que diga... y construirán un caso. ¿Bastará con su testimonio para encerrarme de por vida?
Era una pregunta retórica, y Hamilton sabía que debía permanecer callado.
O'Malley se detuvo y comenzó a asentir con cara de resignación.
- Asegúrate de que sea el único testimonio. No me importa morir en la cárcel, pero no toleraré que se ridiculice mi nombre. Esta es la última vez que se meten con Mike O'Malley- dijo con un tono calmo pero severo.
Jack Hamilton no esperó más y se incorporó. Hubiera saludado a O'Malley, pero éste ahora la daba la espalda y prendía su tercer cigarrillo. Salió de la habitación y de la comisaría sin cruzar la mirada con nadie. Fue la última vez que vio al Amo del Escarmiento.

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Una vez más, caminaba solo por las calles de Brooklin, esta vez con su cartuchera y su Colt de 6 balas cargada. Jefferson no tenía ningún tipo de familia, así que era totalmente inabordable. Williams... bueno, todos sabían que era poco más que un primate con la capacidad de oprimir correctamente un gatillo: ya habría tiempo de sobra para llegar a él. Hamilton pensó en O'Malley: no se podía contar con la gente capaz de pensar en el beneficio propio, el senador era la prueba viviente de ello. Del otro lado de la moneda, gente como Williams era la que terminaba por convertir un llamado de atención en una masacre de 4 muertos o más. "El negocio", murmuró.
Hamilton se detuvo frente a la modesta casa de O'Hara y golpeó la puerta. Un hombre bajito y regordete le abrió con sorprendente velocidad.
- Jack- murmuró con un hilo de voz-. Pasa, pasa...
Esperaba que las circunstancias no tuvieran que volverse violentas. Todavía no era lo suficientemente cínico como para dar por sentado que O'Hara era un traidor, o un descerebrado.
Estaban en un pequeño hall escuro con escaleras. A los costados estaban el comedor y el living.
- Un desastre, un verdadero desastre...- siguió mascullando el hombrecito mientras cerraba la puerta.
- O'Malley está preso.
El dueño de casa hizo una breve pausa y volvió a hablar:
- Maldita sea... No tardará en salir. Todo fue culpa de Brown y Ledger, realmente no hubo ninguna necesidad de...
- O'Hara...- Hamilton había reparado en un pequeño bolso de viaje al pie de las escaleras - ¿qué es eso?
O'Hara se dio vuelta, nervioso.
- ¿Eso? ¿Qué crees, Jack? Voy a Boston, a buscar a Williams. El muy cretino desapareció ni bien salimos de la Iglesia y desde entonces no he parado de seguirle el rastro. Ni siquiera he dormido...
Hamilton ni se inmutó. Sólo asintió una vez al escuchar la palabra "Boston": recordaba que Williams tenía familiares allí.
- Si me preguntas, creo que intenta desligarse de todo esto- agregó mientras se inclinaba para recoger el bolso-. Pero no: tendrá que darle a O'Malley las explicaciones que se merece, él estuvo tan presente como yo.
- ¿Y Jefferson?- disparó con calma Jack.
O'Hara se quedó en silencio un rato, con una expresión indescifrable en la que se mezclaban el miedo y la perplejidad.
- Jack... Jefferson está muerto...
- No, Ronald, no está muerto. Y el hecho de que me digas eso significa que eres un estúpido o, lo que es peor, que intentas tomarme a mí por estúpido- espetó Hamilton.
- Jack, yo no...
- ¿Jefferson se puso en contacto contigo? ¿Algún llamado en las últimas 3 o 4 horas?
- ¡Por Dios, Jack! Eso es imposible...
- Colabora, ¿quieres?- dijo Hamilton, cansado. Acababa de sacar su revólver y apuntaba firmemente a O'Hara.
- Ronald...?
Ambos hombres giraron la cabeza hacia arriba. Una figura femenina estaba parada al pie de las escaleras, a punto de bajar. Llevaba también un bolso de viaje.
Hamilton suspiró.
- ¿Tu mujer también quiere encontrarse con Williams?- ironizó.
- No, Jack...- sollozó O'Hara.
- ¿Jefferson llamó?- ahora apuntaba a la mujer, que había quedado paralizada al pie de las escaleras.
- ¡Jack, te lo ruego!
- ¿Jefferson llamó?
- ¡Fue la policía, Jack!- estalló O'Hara -¡Quieren que nos encontremos con Jefferson! Ya todo ha terminado, Jack. ¡O'Malley está acabado y tú debes salvarte como nosotros!
- Tú no vas a salvarte- dijo Hamilton un segundo antes de dispararle en el estómago a la mujer, que cayó estrépitosamente por las escaleras.
- ¡Noooooo! ¡Josephine!- gritó O'Hara corriendo hacia las escaleras.
Hamilton se hizo a un lado. Cuando O'Hara se arrodilló sobre ella, ya había caído al piso.
- ¡Josephine...!
Otro disparo. Ronald O'Hara yacía ahora sobre el cuerpo de su mujer, con un agujero de bala en la espalda. Jack se acercó lentamente y le dio un disparo de gracia a cada uno, en las sienes. Quedaban 2 balas en su revólver.
Se quedó unos minutos contemplando la morbosa escena. En parte estaba compungido: O'Hara siempre le había caído bien, y en menos de 6 horas tuvo que descubir que se trataba de un inepto y, como si fuera poco, un traidor. Eran motivos de sobra para llevar a cabo el procedimiento estándar, pero le hubiera gustado recibir alguna explicación satisfactoria, por parte de O'Hara, que le hubiese ahorrado lo que acababa de hacer. Se disponía a abandonar la escena del crimen cuando...
- Mamá...?
"Mierda" Lo había olvidado. Los O'Hara tenían un hijo, de unos 12 o 13 años. Subió las escaleras con desgano. En momentos así, odiaba su trabajo.

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Salió de la casa con el revólver vacío, reafirmándose a sí mismo que nunca tendría hijos. Acababa de demostrar empíricamente que el mundo era un lugar demasiado horrendo para un niño inocente. Siendo conciente de esta realidad, el hecho de tener un hijo constituía, además de una molestia, una cruda muestra de sadismo innecesario.
Era el principio del fin. O'Hara estaba directamente involucrado en la masacre, pero no era sino el primero de una larga lista de personas a silenciar. La era de O'Malley había terminado: era su deber (y su trabajo) que todo ocurriera de la forma más rápida y "prolija" posible. ¿Reclamaría él mismo un lugar en la nueva organización? Tendría que pensarlo... Pero podía especular con bastante presición sobre el futuro inmediato: terminada la limpieza, más tarde o más temprano, los italianos se avalanzarían como buitres sobre el barrio. Los irlandeses estarían necesariamente debilitados, y la sola idea de defender el vecindario con los pocos sobrevivientes de confianza resultaba epopéyica. No... muy arriesgado... La muerte del reverendo había sido, en efecto, un punto sin retorno. Habría que esperar en la sombra y ver cómo se desenvolvieran los acontecimientos. Mientras tanto, quedaba trabajo por hacer, y luego de caminar un par de cuadras volvió a cargar su revólver. Fue la última vez que se metieron con Mike O'Malley. Y nadie en Brooklin olvidaría jamás su último escarmiento.

lunes, febrero 18, 2008

Manual del Ciudadano Ario

Enseñanzas del Mariscal Ludwig Von Stauffenberg

1) El Ciudadano Ario rechaza y combate la masonería, el judaísmo, la homosexualidad, la tolerancia, el amor y la moral, así como cualquier otra manifestación de la Insurrección Bolchevique.
2) El Estado es impecable y perfecto. El Ciudadano Ario debe acatar los mandatos del Führer en cualquier momento y/o contexto. El Ciudadano Ario se sabe no apto para cuestionar los designios divinos de quien es irrevocablemente superior a él, y acepta su rol con humildad.
3) El Ciudadano Ario es conciente de su superioridad racial sobre los demás seres y obra en consecuencia. No tolera la ofensa antiestética de la mera interacción visual con bestias inferiores, ya sean ratas o comunistas.
4) El Ciudadano Ario no ilustra a la escoria: suprime a la escoria.
5) Los conceptos de “terrorismo de Estado”, “mala gestión”, “despotismo”, “corrupción estatal”, “nulidad estratégica”, “fanatismo” y “arbitrariedad” no tienen ningún valor en el mundo real. Fueron inventados por el periodismo judío.
6) El método universal para solucionar cualquier conflicto diplomático, político, social o económico está al alcance de cualquier Ciudadano Ario: una invaluable Luger.
7) La historia nos enseñó que todo puede resolverse mediante la violencia. La semántica y la retórica, al igual que la diplomacia, son artes subversivas y han de ser evitadas a toda costa.
8) Ni Karl Marx ni Rosa Luxemburg eran ciudadanos alemanes. Marx era un abominable polaco y Luxemburg probablemente fuera francesa.
9) Jesucristo, nuestro señor, vela por la paz de los pueblos. Un Ciudadano Ario debe seguir sus enseñanzas al pie de la letra.
10) El pelo largo, las ideas pacifistas, el desacato a la autoridad y el planteo de cualquier tipo de idea revolucionaria que atente contra el orden establecido, son males que el Ciudadano Ario ha de eliminar con su Luger valiéndose de la mayor crueldad posible.

domingo, febrero 10, 2008

Historia violenta en Brooklyn (II)

Procurando darle un mínimo hilo conductor al blog.

-Por favor no te largues a llorar- musitó Tom Queenan en un forzadísimo susurro.
Esa pausa en la desesperada huída podía ser fatal, pero Tom era conciente que un llanto de su sobrina podría poner fin a sus vidas en un instante. En un oscuro callejón, el hombre se hallaba arrodillado frente a la niña de 3 años. Temblaban. Las manos de él la aferraban firmemente por los hombros, y cuando terminó de hablar temió estar lastimándola. Los grandes ojos celestes de la pequeña, ya húmedos, se clavaban en el delgado rostro de su tío. ¿Ella entendía? No, no entendía. Pero podía vivir un miedo que le era totalmente ajeno, el miedo de ese hombre desesperado que orillaba los 50 años. Muchos años después, Mary recordaría vivamente la expresión del hermano de su padre, cuando se había resignado a su propia muerte pero no a la de su única pariente viva. Esa noche, sin embargo, no pudo hacer más que tragar saliva y asentir lentamente. Tom suspiró complacido, pero lejos de estar aliviado. Abruptamente y de forma casi involuntaria, la abrazó con fuerza durante unos breves segundos. Luego, con la misma mecanicidad, la aferró con su brazo derecho y se incorporó.
Tom miró a su alrededor y evaluó la situación: ahora sí estaba en problemas. Su improvisada huída lo había conducido a un callejón sin salida, al que había accedido desde el edificio de departamentos. La elevada reja que daba a la calle estaba cerrada con un candado, y la sola idea de saltarla con la temblorosa niña a cuestas era ridícula. A sus espaldas, el paredón semi-derruido era inaccesible a menos que quitara del medio los viejos botes de basura...
"... montando un escándalo infernal. ¡Brillante, imbécil!", pensaba Tom, enojado consigo mismo. No podía oír a sus perseguidores, pero sabía que no tardarían en dar con su paradero. Lo demás estaba sobreentendido: abrirían fuego a discreción y los masacrarían a él y a su sobrina, tal y como habían hecho con William y su hijo John. Todo había sucedido demasiado rápido, más de lo que su mente podía tolerar. ¿Cuántos eran? ¿4, más de 5? ¿Qué importaba? Él estaba en el baño cuando le llegó el rumor de una discusión, pero nada más. Lo que vio al salir quedó grabado como una película: esos hombres(vaya a saber cuántos) vestidos de traje sacando las "Thompson" que ocultaban tras sus espaldas. William, el dueño, y John estaban detrás de la barra. "¡Dios, sus rostros!" pensaba Tom mientras aguzaba el oído, con la ingenua esperanza de que sus perseguidores no aparecieran. William y su hijo murieron bajo la brutal ráfaga de metralla con los ojos como platos. "Pobres..." pensaba Tom. En su inocencia, ignoraban los extremos a los que podían llegar los hombres de O'Malley. El Amo y Señor del barrio era el único distruibuidor de licor en esa zona, y cuando no conseguía encontrar o forzar a los compradores... "No es la primera vez que pasa" pensaba Tom mirando a su alrededor, sin saber qué hacer. Escarmiento. Mike O'Malley era el Zar indiscutible del Escarmiento.
Dios sabe cómo hizo Tom Queenan para salir de la cantina. Bastó con una mirada del matón más cercano para que el irlandés girara sobre sí mismo y corriera a estrellarse contra la pequeña ventana del baño. El sonido de los cristales rotos le pareció delicado en comparación con el estruendo de las ametralladoras que disparaban al sanitario. Cuando Tom cayó del otro lado, tenía un grueso vidrio clavado en el hombro izquierdo. No tuvo que pensarlo 2 veces: se incorporó, trastabillando, y corrió a toda velocidad hacia su casa, oyendo tras de sí las maldiciones de los sicarios. Una vez que despertó a Mary y la sacó del apartamento, todo fue azaroso. Ni bien salió del edificio vio a los hombres en la esquina, y sus disparos fueron prueba suficiente de que ellos también los habían visto. Tom alzó a la niña, corrió en línea recta, cruzó la calle y se internó en un callejón. Finalizado el tramo, giró (porque sí) a la izquierda y siguió corriendo, incapaz de razonar siquiera si estaba yendo a un lugar en particular. Ahora, atrapado y sin salida aparente, comprendía el concepto de desesperación. Su huída era primitiva, salvaje, animal; motivada por el más primitivo, salvaje y animal de los sentimientos: el miedo. Tom escapaba sin un dejo de racionalidad "pensando" solamente en el presente inmediato, saltando de un peligroso escondrijo a otro. Estaba convencido, sin embargo, de que no vería otro amanecer. El porvenir que había idealizado jamás llegaría... o al menos para él. Podía (¡debía!), no obstante, evitar que ese infierno de venganzas y negocios turbios arrasara con el futuro de la pequeña Mary. Sólo debía asegurarse de que ella estuviera a salvo y pronta a abandonar la Costa Este. Sólo entonces se enfrentaría a su destino. Con un poco de suerte (esperaba), alcanzaría para que dejaran a su sobrina en paz. Si ambos huían juntos, por el contrario, existía la posibilidad de que intentaran rastrearlos. Había ocurrido antes.
Tom Queenan corría hacia adelante, incapaz de oír otra cosa además de sus pasos. No podía oír. No quería oír. Pero sucedió: adelante, doblando la esquina, oyó un disparo. O eso fue lo que pensó. Creyendo, en definitiva, que sería interceptado, volvió a girar a la izquierda y, "Obra y gracia de Dios", entró por la puerta abierta del polvoriento edificio de departamentos. Atravezó el pasillo abandonado y, ni bien vio una ventana abierta, le ordenó a la niña que se agarrara de su espalda. Acto seguido, bajó al callejón. "Obra del maldito Demonio", pensó al caer, regañándose por su anterior entusiasmo.

Los oyó. Las voces y los pasos se acercaban por la calle. Tom contrajo sus dedos sobre la espalda de la niña, en un acto tan instintivo como inútil. Intentar esconderse equivalía un suicidio, más aún tratar de saltar la reja. Por simple descarte, debía optar por el paredón. Respiró hondo y puso manos a la obra: sortear los botes, primer obstáculo. No podía tomarse demasiado tiempo y no podía hacerlo demasiado rápido. "Maldita sea mi suerte", y se abrió camino haciendo contorsiones. Uno de los botes contra el paredón estaba erecto y adecuadamente tapado. Quizás, podía usarlo como peldaño para pasar al otro lado. No había demasiadas opciones, así que contuvo la respiración y subió con Mary a cuestas. De no haber sido por los pasos en la calle, se hubiera alegrado de que el bote no hiciera ruido. "Agárrate fuerte, Mary", susurró Tom, y sin perder un instante apoyó sus manos contra el borde de la pared y trepó. Tuvo que hacer un enorme esfuerzo para ahogar su grito cuando el inoportuno vidrio que allí reposaba se enterró en su palma derecha. Pero no pudo conservar la calma. Una vez perdida la concentración, no reparó en el ladrillo suelto que él mismo tiró mientras se incorporaba. El estruendo de los matones fue la respuesta al estruendo del impacto metálico contra el bote de basura. Queenan se dejó caer del otro lado del paredón. Fue imposible contener el alarido: hubiera jurado que oía cómo se quebraba la pierna bajo su cuerpo. La situación lo había sobrepasado, aquel momento era más insoportable de lo que nunca hubiera podido imaginar. Y nada podía ser peor que los ínfimos sollozos infantiles que ahora oía sobre su cabeza. Sollozos que, con la sufrida obediencia de una niña amorosa e inteligente, no podían (ni hubieran podido nunca) ser oídos por nadie más que él. Tom no concebía manera de salvar a la pequeña que lloraba en silencio sólo porque él se lo había ordenado, cuando vio a dos
cuadras de distancia y se odió por su estupidez.

El Padre Sullivan, reflexionando más tarde, comprendió que su inusual desvelo formaba parte del plan del Señor. A las 2 de la mañana, había abierto la puerta de su iglesia a un alma desesperada, a un alma que realmente necesitaba de él como nunca antes había necesitado nadie. Sullivan entendería, más adelante, que a pesar de su juventud (tenía 34 años), Dios le había concedido el privilegio de cumplir la verdadera misión del Pastor cristiano.
- Se llama Mary, Padre... - jadeó el sudoroso hombre después de que Sullivan cerrara la puerta- Su madre está en Los Angeles, California, y su nombre es Martha... Martha Ferguson.
Sullivan miró con piedad al hombre ensangrentado que había caído de rodillas en su iglesia. Sabía que cargaba con una Cruz demasiado pesada para sus hombros y que estaba, como Cristo, a punto de dejarse llevar hacia la muerte. Lo sabía.
- No... No pude juntar el dinero a tiempo... - dijo el hombre sin poder contener las lágrimas - Viajaríamos juntos... La devolvería a sus brazos, tal y como quiso... Tal y como quería su padre...
La niña sollozaba en silencio, erguida con una dignidad solemne y abrumadora. El hombre se arrastró hacia ella y le besó cariñosamente la frente, mientras le daba su último abrazo.
- Hijo mío - dijo solemnemente Sullivan mientras el hombre se levantaba -. Tiene que haber otra solución, no debes limpiar los pecados ajenos con tu muerte.
Horas después, Sullivan sería conciente de la grandeza de aquel individuo que le contestó, sin malicia ni sorna.
- Me extraña, Padre- y agregó con una sonrisa, mirando el crucifijo del altar -. Es lo que él hubiera hecho.

Mary acababa de acostarse cuando se oyeron los disparos. El Padre se dio cuenta de que su fugaz ilusión de que nunca más sabría del paradero de Tom Queenan acababa de desmoronarse. Con paso decidido (y envalentonado por un misterioso fervor) abrió la puerta y salió a la calle. Queenan reposaba en un charco de sangre y sus 6 asesinos miraban fijamente al corpulento sacerdote.
- ¿Dónde está la niña, Padre? - preguntó uno, con desprecio.
- A salvo de la inmunda escoria como ustedes - respondió firmemente.
El hecho de que los sicarios no se inmutaran era una muestra de lo insólito de su situación. Sabían que el asesinato del sacerdote iba más allá de un simple ejemplo para el barrio.
- No juegue con la ira de O'Malley, Sullivan - le advirtieron mientras se acercaba al cadáver.
Sullivan contestó luego de cerrar los ojos de aquel mártir que había muerto sonriendo. El hombre que habría de cambiar el destino de Brooklyn fue igual de lacónico que sus interlocutores:
- Ustedes no jueguen con la ira de Dios.

domingo, enero 27, 2008

Los Redondos, disco por disco

Nota preliminar: ésta es una crítica muy personal en la que voy a tratar de ser lo más objetivo posible. Si olvido escribir algún "en mi opinión" va a ser para que la lectura no sea tan reiterativa, no es mi intención bajar línea sobre "qué es bueno y qué no" al hablar de un conjunto con más de 20 años de trayectoria. Los Redondos no es una banda que se destaque demasiado por la complejidad de sus armonías o por la cantidad de acordes en los temas. Son, no obstante, genios indiscutibles en cuanto al manejo de los recursos y la creación de climas. Vale destacar el magistral uso del lenguaje del "Indio" Solari y la versatilidad y criterio de Skay Beilinson, que sin hacer un macro-despliegue de velocidad (o de ruido) aporta exactamente lo que el tema en cuestión necesite.

GULP! - 1984

El Indio resumió perfect
amente la calidad del disco con el simple y contundente "Gulp es redondo". La mezcla y la la calidad del sonido dejan bastante que desear solo si se la compara con los discos posteriores. Hay quienes incluso critican (para mí es una exageración) la clara influencia del Pop de los '80 ("Te voy a atornillar", "El infierno está encantador esta noche").
Lo seguro es que en este disco, la banda dejó bien definida su identidad, con un sonido muy propio y totalmente caracterísitico. Donde mejor queda retrata
do es en los temas más "sombríos" ("Barbazul", "La Bestia Pop", "Superlógico", "Criminal Mambo"). Temas que, además, considero los mejores del álbum (aunque los laureles se los lleve la primera canción). En cuanto a las letras, el Indio ya empieza a hacer estragos con sus rompecabezas de metáforas retorcidas (esos de los cuales cada fanático obstinado tiene su interpretación inapelable y perfecta). Es interesante advertir que desde Barbazul asistimos a una constante de los mejores temas de Los Redondos, que es la estrecha vinculación entre la letra y la música. Más allá de la interpretación de la letra, la conjunción entre lo que se dice y lo musical está tan bien lograda que los climas generados son particularmente ricos.
Dato extra: único disco con coros femeninos... tradicionales pero efectivos (pienso en "Ñam fri fruli fali fru").

Oktubre - 1985

¿Porqué, me pregunto, Oktu
bre es leyenda? Dejo el interrogante abierto que más de un fanático podrá responder. Es, seguramente, el disco que mejor funcionó comercialmente, y para muchos el mejor de Los Redondos. No voy a menospreciar a los ricoteros argumentando que es fruto del arte de tapa (aunque, Catedral en llamas incluída, debe ser el más impactante de la discografía). Sin embargo, no es un disco en el que Solari y Beilinson hayan dado lo mejor de sus letras y composiciones. Quizás algo que le juega en contra al disco es el carácter extremadamente depresivo, roto esporádicamente por "Divina TV Führer" y que se vuelve tenso con "Jijiji". El disco empieza bien, pero luego "Preso en mi ciudad" nos sumerge en una seguidilla de temas que por separado son, tal vez, buenos, pero que en su conjunto hacen al disco difícil de digerir. Terminado el escarmiento, aclaro que no voy a blasfemar con un "Oktubre es malo". De la primera mitad del disco, mis favoritos son "Fuegos de Oktubre" y "Semen-Up", aunque el clímax llega de la mano del espectacular "Motor-Psico" para continuar con "Jijiji" y "Canción para naufragios" (con otro leitmotiv de saxo doblado con guitarra de esos que se graban en la memoria, al igual que en "La Bestia Pop"). El disco se va al caño (y acá nadie va a poder sacarme de mi lugar) con el descenlace ("Ya nadie va a escuchar tu remera"), tan incoherente con los temas anteriores que parece puesto en joda.

Un Baión para el Ojo Idiota - 1987

"'Un Baión' ya es otra cosa", es una buena forma de empezar a hablar del tema. De entrada se pueden señalar 2 aspectos novedosos sin haber escuchado el disco: se tomaron más de un año en hacerlo y hubo cambios en la formación (Walter Sidotti en batería por Piojo Abalos, Sergio Dawi en saxo por Willy Crook y se va Tito D'Aviero en guitarra).
El álbum es (ahora sí) de lo mejorcito de Los Redondos, con
ociendo toda la trayectoria. Musicalmente se les nota (al Indio, Skay y Semilla, si vamos al caso) la madurez que han alcanzado, aportando temas muy innovadores para el género que venían manejando. Canciones como "Aquella Solitaria Vaca Cubana" o "Vamos las bandas" (que no es jazz, pero tiene lindo swing y walking de bajo) hubieran sido inconcebibles en Oktubre o Gulp. En materia rock, terminan de definir un estilo propio y efectivo ("Noticias de ayer", "Vencedores vencidos", "Todo un palo", "Todo preso es político") que van a mantener (casi siempre con éxito) hasta Luzbelito. Al mismo tiempo, Skay rumbea para otro sonido, más cercano a Jijiji o a Criminal Mambo (o alterna, como en "Todo un palo"). Sorprende gratamente la primera composición aportada por Semilla Bucciarelli (bajo), "Ella debe estar tan linda", donde todos se lucen en sus respectivos roles dentro de un tema que bien podría ser un Rock & Roll tradicional.

BANG! BANG! Estás liquidado - 1989

Disco con altibajos, de acá hasta Lobo Suelto/Cordero Atado no van a haber innovaciones muy significativas. Mirando para adelante, se advierte el comienzo de una cierta tendencia a la repetició
n de un rock que no deja demasiado (los 2 primeros temas del disco) (punto conflictivo, ya estoy arremetiendo contra clásicos) y a la canción netamente comercial ("Esa estrella era mi lujo"). No obstante, escuchando disco por disco, al llegar a "Bang! Bang!" no se advierte demasiado, y está muy lejos de ser chocante.
"Un Pacman en el Savoy" es un muy buen tema, "Maldición, va a ser un día hermoso" es otro Rock & Roll magistral (una vez más, se nota enormemente el aporte de Skay) y "Nuestro amo juega al esclavo" es el broche de oro que de de por sí hace que el disco valga la
pena. Además de la impactante música (rock-juglaresca) tiene una letra más que efectiva.

La Mosca y la Sopa - 1991

Un disco bueno, con canciones potentes y muy elaboradaos. Curiosamente, los 2 temas que considero e
l cáncer del disco ("Un poco de amor francés" y "El pibe de los astilleros") tuvieron un éxito comercial enorme (para mí cualquier hit de Los Redondos vale más que un disco de Callejeros, pero si me la agarro con un tema es porque, para ser de ellos, se quedó cortísimo) ("Tarea Fina", otro tema zonzo al que le dedico un piadoso "simpático")
Con "Toxi-Taxi", "Queso Ruso
" y "Nueva Roma" demuestran que no se quedan sin ideas para el rock ricotero y que lo mantienen evolucionando. Con "Fusilados por la Cruz Roja" y "Blues de la artillería" (salvando las distancias), demuestran que no se quedan sin ideas... en general. Tema muy interesante, "Blues...", de hecho es el primero en el que el Indio se anima a sacar a relucir sus graves (señor registro tiene el Indio, y que los escépticos comparen los aullidos de "Dr. Saturno" con "La Piba de Blockbuster"). Otro atractivo: la expresividad del Indio al cantar la letra (o recitar, según la necesidad), un cantante muy consecuente con lo que dice (lo hace casi en todos los temas, elijo este porque es imposible obviarlo) ("Yo no soy de aconsejar... pero estás jodiendo al personal", "El acento del barrio... te sale mal...!").
El disco que dió el 2do tema de Bucciarelli (el conocidísimo "Mi perro dinamita") también tiene broche de oro: "Queso Ruso", un tema redondo cierra con una buena letra, estribillo más que potente, solo de guitarra con wawa y otras yerbas.

En Directo - 1993

Todo en vivo. Hay temas que ganan muchísimo ("Nuestro Amo juega al Esclavo", "Vamos las bandas", "Todo un pa
lo"), hay temas que están mejor que en el estudio ("Criminal Mambo", impecable interpretación), hay temas que salen perdiendo ("Yo no me caí del cielo"... una lástima, con lo lindo que es, pero casi no se escucha la letra) (ingenioso parche la "2da voz" que le hace Dawi al Indio, que en el estudio la había grabado... el Indio) y "Barbazul vs. el amor letal", versionado de pies a cabeza, funciona perfectamente (decir "mejor" es sacrilegio, pero le pega en el poste).

Lobo Suelto-Cordero Atado - 1994

Sin anestesia ni nada: opino que el album doble de Los Redondos es, paradójicamente, el peor de su discografía. No es que sea/n necesariamente malo/s, pero de una entrega doble de Patricio Rey, podía esperarse much
ísimo más. Los dos discos están saturados de un rock simplón y hueco, como si hubiera sido escrito por obligación o con apuro (prefiero creer que fue así). Lo mejorcito son los instrumentales ("Capricho Magyar" sobre todo) y temas como "Etiqueta Negra" (lejos de los grandes temas de albumes anteriores, pero bueno al fin) o "La Hija del Fletero" (archi-comercial y de guitarreada, pero Los Redondos eran capaces de hacer bien hasta eso). Después están esos súper-hit que me son tan incomprensibles como el "Fenómeno Oktubre", que son "Un Ángel para tu soledad" y "Caña seca y un membrillo". El primero es, al menos, "bonito". El segundo me parece simplemente impresentable.
Finalizo con lo "experimental" (obviando lo instrumental y haciéndolo más o menos breve) mencionando "Gran Lady"... Una incursión a lo "power" que podría haber dado para más. Sonar suena, no es un tema malo, pero (una vez más, y al igual que el resto de los temas) da la sensación de que se hizo a las apuradas (no viene por el lado de la paranoia o de especulación sobre presiones
inexistentes, hablo pura y explusivamente de cómo quedaron las canciones).

Luzbelito - 1996

Para algunos el mejor disco (cosa segura: uno de los más populares) de Los Redondos , para mí EL disco de transición. Y es que este album es, visto desde la trayectoria, muy rico, y muy coherente, de alguna forma.
En los próximos 2 discos, Los Redondos van a disparar para un campo musical que tiene poca relación con Lobo Suelto y sus predecesores. Y Luzbelito lo da a entender. Arranca con una canción "que nada que ver", "Luzbelito y las sirenas", y ahi se presenta el nuevo lenguaje: otra música, otro clima, al menos 2 Indios impecablemente sobregrabados... Y así son los primeros 5 temas: algo cambió, el rock de Los Redondos está girando para otro lado. El más normalito de estos 5 es "¡Cruz Diablo!" (no se entienda "poco elaborado" por "normal"), no asi los 3 que siguen. "Ella baila con todos" es una canción impecable, potente, con una onda árabe excelentemente lograda y una letra que no deja nada que desear (cosas del Indio... que puede hacer una buena letra en base a algo tan elemental como una mina que tiene recontra-caliente a la muchachada).
Me gusta ver a la segunda mitad del disco como una despedida (pero no como una despedida melancólica). La onda experimental es partida al medio con "Blues de la libertad": volvemos a un rock más accesible, más "tradicional", más cercano a los hits anteriores. No las veo como canciones brillantes, pero son, al menos, lindas canciones ("Mariposa Pontiac", por ejemplo). El cierre de Luzbelito es "Juguetes Perdidos", un himno insuperable y definitivo para algunos fanáticos más bien tradicionalistas. Es cierto: con este "guiño" se cierra una etapa. Para algunos, se acaba lo "bueno" de Los Redondos. Otros lo vemos como el inicio, si es que era posible, de algo todavía más original, jugado y (me hago cargo) mejor.

Último Bondi a Finisterre - 1998

Sí, definitivamente algo cambió. ¿Qué es esta suerte de base con gruñidos y chasquidos electrónicos? "Walter invadiendo la Tierra" o "Las Increíbles Andanzas del Capitán Buscapina en Cybersiberia". Hay gente que descalifica a este disco y a Momo Sampler por el solo hecho del pire hacia lo electrónico, o por la traición a la tradición ricotera. Algo que
está claro es que Los Redondos prácticamente no pudieron quedarse haciendo "más de lo mismo" por mucho tiempo. Es cierto que hubo una etapa de híper-hits más o menos homogénea a partir de "Bang! Bang!", pero eso no significa que la banda no viniera evolucionando. Tal vez el último quiebre (Luzbelito-El futuro) fue el más violento, razón por la cual entiendo que a mucha gente no le guste "Último Bondi". Los motivos están a la vista: el disco es (al menos) difícil de digerir y a partir de "El Árbol del Gran Bonete" se torna medio denso. Aún así es un álbum muy bueno, con muchos temas espectaculares. "El Árbol" mismo tiene momentos insuperables (solo de guitarra, la trompeta con sordina). "Estás frito, angelito" tiene algo muy parecido al sadismo y construye lenta e implacablemente un clima único de colapso inminente (Desde "hay buitres en la tele que quieren matar" hasta "vas a poner contacto y tu culo va a volar"). Mención especial para "Drogocop": la letra es brevísima e impecable, quizás una de las mejores de Los Redondos. Una aguda selección de palabras con la que logra decir muchas cosas. Ahora bien: la música, difícil. Al menos.
La batería de "La pequeña novia del carioca": otro golazo. Si no grabó y mandó efectos a todos los cuerpos por separados (creo sinceramente que está hecho así), ni idea de cómo lo hizo.
Con este disco volví a los finales efectistas. "Scaramanzia" es otro tema genial, muy lindo musicalmente y con una nostalgia y melancolía que se sienten. "Eso es to-to-todo amigos" es, finalmente, la puerta a lo siniestro. Un tema totalmente oscuro (como el disco que va a venir) plagado de gritos, lamentos y trasfondos de disturbios. Musicalmente, se hace un excelente uso de las máquinas y los sintetizadores, mientras presenta una estructura destinada a llevar la tensión al límite.


Momo Sampler - 2000

"La decadencia de la vida urbana", como lo definió Mariano del Mazo. Momo Sampler es una obra maestra, hermética y coherente con una idea que sobrevuela todo el disco: el grito desesperado por la podredumbre de una sociedad que parece caerse a pedazos. Sin embargo, Skay y el Indio son los únicos músicos que, a mi parecer, supieron hacer que una temática tan trillada lograra golpear directamente las neuronas del que escucha. Porque sobran bandas (omito géneros, están muy visibles a nuestro alrededor) que aturden con alaridos monótonos y denuncias textuales (donde la música es lo último). En Momo Sampler se cuenta un conjunto de historias, se pinta una serie de retratos que pueden ser independientes entre sí, pero que sumerjen al oyente en la letrina urbana del fumadero de opio moderno, del sexópata enajenado, de la sufrida prostituta, del burgués asustado, de la villera sin futuro.
Musicalmente ("una música que es la banda de sonido exacta de las letras", del Mazo) no se queda atrás. Los recursos electrónicos (Demuestran Solari y Beilinson) pueden aportar perfectamente a la causa del Rock Nacional y todos los temas tienen una potencia difícil de superar. Hay una serie de recursos comunes en las canciones que también son sello: la explotación de un único acorde hasta el infinito ("Morta.com", "Dr. Saturno", "Pool, averna y papusa", "Rato Molhado"), guitarras y voces sobregrabadas, bajos sólidos con peculiaridades (¿Afinado brutalmente hacia abajo en "Sheriff"? ¿Desafinado 1/4 tono en "Murga de los Renegados"?) y letras desgarradoras ("Sheriff", "Murga de la Virgencita").
Un comentario final: para aquellos a los que no les gustó bajo ningún punto de vista... otra oportunidad. Tuve que escucharlo al menos 3 veces para "entenderlo" (fuera de joda) y atornillarlo al podio.

domingo, agosto 19, 2007

La Triple A: informe completo

El informe que justifica el posteo anterior

¿Porqué la Triple A?

El período a analizar es el comprendido entre 1973 y 1976, años vertiginosos en los que nuestro país vivió la caída definitiva de la “Revolución Argentina”, el regreso del peronismo al poder, la muerte de Juan Domingo Perón y el salvaje gobierno de Isabel Martínez y José López Rega, el preludio para la dictadura más sanguinaria de la historia de la Nación.
La “Alianza Anticomunista Argentina” no fue solamente el fruto del accionar de fanáticos mesiánicos. Se trató de una organización que nucleó los intereses de diversos sectores del conservadurismo, la burocracia sindical, la derecha peronista, las fuerzas armadas y la policía. Asimismo, lejos de ser una mera expresión criolla de fascismo visceral, contó con el apoyo de organizaciones internacionales de ultraderecha y de los Servicios de Inteligencia de los Estados Unidos.
Más allá de comprender la brutal barbarie de este heterogéneo cuerpo paraestatal, la complejidad del período histórico hace de la Triple A un tema de estudio sumamente interesante. Porque analizar a la Triple A implica una larga serie de interrogantes sobre la historia argentina y las corrientes políticas de la época. ¿Qué roles cumplieron la Internacional Negra y la CIA? ¿Cuáles eran los intereses de López Rega? ¿Cómo es posible que Perón no reaccionara ante la violencia de los sectores reaccionarios? ¿Cómo es posible que grupos como la Triple A y Montoneros nacieran, ambos, del peronismo? ¿Cuál era, en definitiva, la “verdadera” naturaleza del movimiento peronista?
Ezeiza fue un factor determinante, pero la corriente de violencia crecía desde la “Revolución Libertadora” de 1955, y el militarismo había venido (parecía que para quedarse) en 1930. El bombardeo a Plaza de Mayo, regímenes autoritarios, la masacre de José León Suárez, democracias endebles, el onganiato, los fusilamientos de Trelew... todo contribuyó al estallido de violencia que hoy en día, lamentablemente, muchos recuerdan como “la época de ‘la subversión’”.

El objetivo es, una vez más, el de comprender a la Triple A como fenómeno, los intereses que estaban en juego y cómo se vio reflejada su influencia en las vidas de los argentinos.


Orígenes de la Triple A: derecha peronista y burocracia sindical

Un aspecto fundamental a tener en cuenta es que la Triple A no fue una milicia homogénea al servicio de un capitán de rabioso anticomunismo. Más que nada se trató de diversos elementos parapoliciales que actuaron, eso sí, amparados por el Estado. Esto se ve reflejado, más que nada, durante la presidencia de Isabel Martínez, luego de la muerte de Perón el 1 de julio de 1974. En los gobiernos de Héctor Cámpora y Juan D. Perón, sus acciones más espectaculares fueron Ezeiza y el “Navarrazo”, respectivamente.
El Ministro de Bienestar Social, José López Rega, fue el principal propulsor y jefe de lo que sería luego esta fuerza de choque de ultraderecha. Claro que, durante la presidencia de Cámpora, el carácter de la organización era más bien conspirativo y todavía no actuaba con total impunidad. En la masacre de Ezeiza, en 1973, pudo verse en quienes la organizaron un primer cuadro de la alianza: José Ignacio Rucci y Lorenzo Miguel representando a la burocracia sindical, el coronel Jorge Osinde, Alejandro Giovenco (guardaespaldas de Miguel), Norma Kennedy y el general Miguel Ángel Iñiguez. El objetivo era claro: con la ayuda de mercenarios y agentes internacionales, montar un operativo que impidiera que la izquierda peronista “copara” el acto del retorno definitivo de Perón a la Argentina. Vale destacar que Montoneros y las FAR se habían movilizado para llevar la mayor cantidad de gente posible a Ezeiza, demostrando una clara mayoría en la recepción (los cálculos de cuántas personas asistieron al acto oscilan entre 500.000 y 2.000.000).
El operativo resultó en un éxito rotundo para la derecha. Utilizando como pretexto que “Montoneros quería atentar contra Perón”, los militares y mercenarios abrieron fuego sobre las desarmadas columnas de “la Tendencia” y realizaron arrestos masivos, dejando un saldo de 13 muertos identificados y aproximadamente 400 heridos. No sólo lograron la destitución de Cámpora, alejando a la Tendencia del gobierno, sino que además dejaron en claro que, por su parte, encaraban una guerra total.
Ahora bien: ¿quiénes eran Lorenzo Miguel y José Ignacio Rucci, y qué hacían organizando una carnicería contra el pueblo peronista? Es necesario remontarse a la figura de Augusto Timoteo Vandor y una concepción del peronismo que existía desde 1955, cuando el secretario de la CGT se presentó ante el general Eduardo Lonardi. El vandorismo pretendía lograr un acercamiento entre el sindicalismo y los militares. Mediante el fraude electoral y la colaboración con el gobierno de turno, Vandor se desprendió totalmente de la “Resistencia Peronista” y se aseguró la conducción de la Unión Obrera Metalúrgica en 1963.
Durante el gobierno de Onganía, todos los sindicatos que no reconocieran al régimen fueron prohibidos. Vandor, por su parte, acompañó a Onganía luego del derrocamiento de Illia y negoció con los militares, valiéndose de su influencia en las “62 Organizaciones”. Los sindicatos vandoristas no fueron intervenidos.
Vandor, sin embargo, no logró su objetivo. Su actividad sindical careció de sustento popular y estuvo destinada a consolidar una hegemonía de la cúspide del sindicalismo (representada por Vandor y su séquito) y los militares, los “hombres fuertes” que guiarían al país. Vandor fue asesinado en 1969 por un grupo pro-Montonero, pero la acción no puso fin a la corrupción sindical. Lorenzo Miguel, tesorero de Vandor, asumió como secretario general de la UOM. Rucci, por su parte, pasó de Secretario de Prensa de Vandor a Secretario General de la CGT.
Ambos se mostraron más hábiles en sus relaciones con el poder. Onganía caería junto con la dictadura y los burócratas se acercaron nuevamente a la figura de Perón. Claro que manteniendo sus políticas elitistas y desde un lugar muy alejado del de las bases obreras. Rucci trabajó junto con López Rega para crear un grupo de choque que alejara a la izquierda de la conducción del peronismo. Miguel mantuvo una posición de neutralidad aparente, pero su milicia de mercenarios y asesinos comandada por Alejandro Giovenco siempre estuvo disponible para los intereses de la Triple A.

López Rega e Isabel Martínez de Perón compartían inquietudes con la burocracia. Querían asegurarse a toda costa la conducción del peronismo, cuando veían la muerte de Perón como un suceso inminente. López Rega, vinculado con la logia fascista "Propaganda 2" y la Internacional Negra, se valió de elementos de contrainsurgencia para neutralizar la actividad de la izquierda. En la intimidad con Perón mostró siempre una grosera obsecuencia que le valió el desprecio de otros miembros del séquito fascista del general.
Lo que supo hacer López Rega fue juntar a la ultraderecha tradicional de los militares, a la derecha peronista (¡que tenía por integrantes a ex-miembros de la Revolución Libertadora!) y a elementos nazi-fascistas de Europa y Estados Unidos. Todos ellos juntos para combatir al fantasma del marxismo internacional, cuya presencia en los intelectuales, militantes, progresistas, sindicalistas, periodistas y el sinfín de inocentes que la Triple A masacró es altamente cuestionable.

Durante el gobierno de Perón, que arrasó en las elecciones de septiembre, la actividad de la Triple A fue limitada, pero se consolidaba lentamente. El asesinato de Rucci (que más tarde se atribuyeron los Montoneros) le dio a López Rega el pretexto perfecto para insistir con su fuerza de choque. Perón, si bien se opuso, nunca expulsó a López Rega de su gabinete, y no reaccionó luego del primer atentado firmado por la Triple A, a fines de 1973. Una bomba plástica fue colocada en el auto del senador radical Hipólito Solari Yrigoyen, que sobrevivió al atentado con quemaduras en las piernas. Un día antes, había recibido una carta cuyo único contenido eran las siglas “AAA”.
No hay que engañarse al decir que la Triple A actuó solamente a partir de la muerte de Perón. La presidencia de Isabel Martínez representó el apogeo de la organización, pero ya en 1973 llevaba a cabo crímenes que no se atribuía (claro que sin el carácter tristemente masivo de Ezeiza).
El 10 de junio de 1973, militantes de la izquierda peronista realizaban un acto en José León Suárez conmemorando a los fusilados de 1956. En medio de la ceremonia, un auto se detuvo frente a los presentes y bajaron varios sujetos armados que integraban la Juventud Sindical, creada por Rucci. Los hombres abrieron fuego, dejando un saldo de 1 muerto y varios heridos, volvieron a subir al auto y huyeron.
Desde el Ministerio, López Rega permitió que los asesinos de la Triple A actuaran amparados en las estructuras policiales. Así, los agentes secuestraron y asesinaron a los militantes de izquierda, al mismo tiempo que colocaban bombas en los locales de la Tendencia Revolucionaria. La Juventud Sindical, dirigida por Aníbal Martínez, realizó reiterados ataques contra los militantes. Se inauguraba en argentina la tradicional metodología de la OAS francesa: secuestro-interrogatorio-muerte. Por lo general, se llevaba a los prisioneros a un lugar descampado y todos los miembros del comando les descargaban ráfagas de ametralladora. Sembraban así el terror tanto en militantes como en vecinos y sindicalistas. Era común que, luego de atribuir los crímenes a la guerrilla, los matones y asesinos se presentaran como “protectores de los sindicatos”. Cada acción, con todas las consecuencias que implicara, estaba destinada a afianzar el poder de los grupos de ultraderecha en los aparatos estatales y sindicales.
El secretario general del peronismo, Juan Manuel Abal Medina, sufrió 2 atentados de los que sobrevivió, y en ambas ocasiones le dijo a Perón que habían sido perpetrados por la Triple A. El general, distanciado del movimiento juvenil al que había apoyado desde el exilio en Madrid, le respondió que los atentados eran llevados a cabo por “la subversión” y por “grupos irresponsables”.
En 1974, a fines de febrero, tuvo lugar la acción de mayor envergadura de la Triple A con Perón vivo. En Córdoba, el gobernador Ricardo Obregón Cano destituyó al jefe de la policía local, el coronel Antonio Domingo Navarro, y el resultado fue un levantamiento amparado por la ultraderecha. Navarro armó a 200 militantes y encabezó un golpe que reprimió brutalmente a los opositores (dejando un saldo de 20 muertos) y que culminó con el arresto de Obregón Cano, el vicegobernador Atilio Hipólito López, legisladores y sindicalistas. El “Navarrazo” fue una muestra de la impunidad total con la que operaban los grupos de ultraderecha. Las instituciones, quedó demostrado, estaban al servicio de operaciones brutales e inconstitucionales. Las que no, mantenían un cobarde silencio o eran reprimidas por las bandas armadas. Bandas amparadas por elementos del Estado, pero que nadie, ni el mismo Perón, reconocía. El discurso del oficialismo hablaba de una violencia que imperaba por culpa del “extremismo marxista”, “la subversión” o la “guerra terrorista”, utilizando una terminología apocalíptica con una doble función: negar las responsabilidades de la Triple A en los atentados y, al mismo tiempo, cargar las tintas sobre las organizaciones guerrilleras.
El 11 de mayo de 1974 la Triple A asesinó al sacerdote Carlos Mujica cuando salía de la iglesia de San Francisco Solano. Mujica había realizado trabajos junto con el Ministerio de Bienestar Social hasta que los enfrentamientos con López Rega lo hicieron abandonar la institución. Mujica había estado vinculado a los Sacerdotes Tercermundistas y durante su actividad realizó obras a favor de los pobres. Su relación con los desamparados lo llevó a vincularse con Montoneros y el peronismo.

Sin embargo, esta fue solamente la primera etapa. La Triple A no se adjudicaba la mayoría de sus crímenes porque todavía no podía actuar con total impunidad. Perón, aún luego de la muerta de Rucci, se negaba a responder con la violencia parapolicial argumentando que se contaba con un “sistema judicial” y, como había dicho en las negociaciones con Lanusse “a la violencia no se la combate con violencia, sino con justicia social”. En la práctica, sabemos que la Triple A operaba de todas formas, pero esa era la postura oficial.
Antes de morir, Perón dejó perfectamente armado el aparato que operaría después. Había asignado la conducción de la Policía Federal a los reaccionarios Alberto Villar y Luis Margaride para luego nombrar a López Rega como Comisario General. La Triple A no vomitaría todos sus horrores hasta la muerte de Perón el 1 de julio de 1974, con la virtual presidencia de Isabel Martínez y la nefasta figura de López Rega manejando los hilos desde atrás.


López Rega, constitución de la Triple A y elementos internacionales

José López Rega fue una figura en la que se mezclaron lo bizarro, lo patético y lo siniestro. Comenzó su carrera en el aparato estatal ingresando a la policía, donde alcanzó el rango de cabo. Durante la Revolución Libertadora fue trasladado a la Guardia de Infantería, donde conoció a Alberto Villar. Como buen peronista de derecha, este hombre que había concurrido a la jornada del 17 de octubre de 1945 ahora se dedicaba a reprimir a los integrantes de la Resistencia.
López Rega abandonó la policía en 1962. En julio de 1966, viajaba junto a Isabel Martínez hacia Madrid. ¿Qué ocurrió en el medio? Una de las teorías dice que el mayor Alberde lo recomendó a la esposa de Perón como guardaespaldas, cuando ésta viajó a la Argentina a apoyar a los candidatos peronistas en las elecciones para gobernadores (recordemos que la oposición interna del peronismo tenía un fuerte baluarte en el vandorismo).
Se habla también de vinculaciones con la “Logia Anael”, de la que López Rega habría formado parte en 1963. La Logia, de origen justicialista, habría vinculado a López Rega con Isabel Martínez en 1965. Resulta llamativa la teoría de que el ex-cabo extrajera de la Logia las siglas “AAA”. Como defensores de “la tercera posición” justicialista, el objetivo de la organización era formar un bloque entre los países de Asia, África y América Latina.

Una vez en la España Franquista, López Rega tuvo 2 logros fundamentales: el control casi total de la intimidad de un Perón vapuleado por los años y el apoyo de la Internacional Fascista. Tanto a Perón como a Isabel los cautivó con rituales de curandería y otro tipo de prácticas esotéricas, mientras demostraba un servilismo obsecuente y descarado. Sin embargo, sus vínculos con los agentes nazi-fascistas demostraron que su figura no era para nada risible.
La Logia P-2, de la que López Rega fue luego integrante, nació como una organización destinada a combatir el avance del Partido Comunista en la Italia de pos-guerra. Esta asociación entre el financista Michele Sindona y Licio Gelli (que poseía una inmensa estancia en la localidad de Tandil) reubicó, con la ayuda de la CIA, a numerosos criminales de guerra nazis, fascistas y ustachas para que combatieran al comunismo. A Argentina llegarían criminales de renombre como Joseph Mengele y Mile Ravlic, quien integraría luego la custodia de Perón. Licio Gelli y Gian Carlo Valori, integrantes de P-2, se entrevistarían con Perón en presencia de López Rega.
Gracias a las negociaciones con el embajador estadounidense en España, Robert Hill, López Rega consiguió movilizar a la peor escoria del aparato anticomunista internacional en función de sus mezquinos intereses para con el peronismo.
Cuando el ex-cabo le habló de su preocupación por la “infiltración marxista en el peronismo”, Hill lo puso en contacto con el coronel Máximo Zepeda, sanguinario represor guatemalteco amparado por la CIA. Zepeda facilitó a López informes del “Plan Yakarta”, la operación que exterminó a 1.000.000 de “comunistas” en Indonesia. Los manuales de Zepeda decían que “era necesario eliminar a los dirigentes políticos y sindicales, a los religiosos progresistas, a los periodistas opositores; a los cuadros medios destacados en tareas de movilización, agitación y propaganda; e indiscriminadamente, al activismo para aterrorizar al conjunto” (Ignacio González Janzen, “La Triple-A”).
En 1973, la administración del presidente estadounidense Richard Nixon trasladó a Robert Hill a Buenos Aires. Claro que la actividad de la CIA venía ya desde la época de Vandor, cuando la embajada de los Estados Unidos pretendía integrar los sindicatos al régimen de Onganía. En los años siguientes, la embajada ofrecería cursos de contrainsurgencia disfrazados de “seminarios de la Interpol contra el Narcotráfico”.
En 1972, el ex-torturador de la OAS (Organización del Ejército Secreto) Jean Marie Le Pen (que en el año 2007 fue candidato a Presidente en Francia) manifestó públicamente que la Internacional Fascista apoyaría a las organizaciones que quisieran impedir el acceso del marxismo al poder. Esta declaración sería relacionada, más tarde, con los sucesos de Ezeiza.
La OAS había surgido en la guerra de Argelia en la navidad de 1960. Resumía los métodos más viles de la “guerra sucia”: atentados con explosivos, secuestros, torturas... una aberrante metodología de la cual sus artífices luego dieron clases en Latinoamérica.

Con todo el aparato montado, la Triple A actuó en Ezeiza en 1973. Los jóvenes arrestados fueron conducidos al Hotel Internacional y sometidos a torturas mientras escuchaban ráfagas de ametralladoras en los cuartos contiguos. Quienes declararon aseguraron haber escuchado los jefes del operativo hablando en francés, mientras que los milicianos los llamaban “argelinos”. Las declaraciones del mayor salvadoreño Robert D’Aubuisson después de su arresto dejaron en claro que la OAS estuvo fuertemente vinculada con los grupos de ultraderecha en América Latina. El informe policial luego del atentado contra Solari Yrigoyen reveló que la bomba utilizada era similar a las bombas plásticas que utilizaba la OAS.
El aparato argentino, por su parte, ya estaba fuertemente consolidado. Actuaba bajo el amparo policial y los militares ya habían garantizado su apoyo. La UOM de Lorenzo Miguel contó con una gran suma de fondos que le permitió formar una legión de mercenarios comandada, entre otros, por Alejandro Giovenco, que a fines de 1973 garantizaba la posibilidad de “armar a 10.000 hombres en 24 horas”. Una escalofriante muestra del poder y la práctica impunidad de la que gozaban los sectores más reaccionarios del fascismo nacional.
Giovenco murió en circunstancias confusas cuando le explotó una bomba que llevaba en el maletín mientras salía de la sede de la UOM. Sin embargo, la actividad de la milicia de Lorenzo Miguel se mantuvo y sus custodios participaron de numerosos atentados contra la Tendencia Revolucionaria en 1974. Cuando nacieron los conflictos entre Miguel y el gobernador bonaerense Victorio Calabró, hubo una larga cadena de purgas y venganzas que no concluiría hasta el golpe militar de 1976, cuando la custodia de Miguel se dispersó, al mismo tiempo que fueron eliminados gran parte de los archivos de la UOM.
Para esta altura, la Triple A ya contaba con la presencia de veteranos militantes de organizaciones de la reacción católica como Tacuara y los jóvenes de la Guardia Restauradora. Fanáticos mesiánicos que, inspirados por la ideología de teóricos católico-fascistas como Genta y Meinville, buscaban encarar una guerra contra el marxismo, el judaísmo y la masonería.

Cuando Cámpora ganó las elecciones, se sabía que Perón tenía un particular interés en el Ministerio de Bienestar Social, ya que había puesto a un miembro de su círculo más personal: López Rega. Al principio era una figura ridiculizada por la Juventud Peronista, pero cobró importancia luego de Ezeiza. Pese a los reclamos de Montoneros, Perón no sólo no lo destituyó sino que además lo nombró vocero ante la JP.
Algunos sectores de la sociedad, peronistas o no, creían que la llegada de Perón iba a servir para “calmar las aguas”. Sin embargo, provocaciones como las de José León Suárez y Ezeiza encontraron respuesta en el asesinato de Rucci. Aún no se sabe si los Montoneros lo mataron o utilizaron su muerte. Lo que sí es cierto es que el hecho contribuyó a acentuar la inestabilidad política, y fue un factor decisivo para la ruptura definitiva entre Perón y los Montoneros.
¿Hacia donde iba a inclinarse ahora Perón? Montoneros y las FAR habían contribuido a derrocar al régimen militar que lo mantenía en el exilio. ¿Porqué ahora se mostraba tan contrario a la “juventud gloriosa” que “dejaba su sangre” luchando por la libertad? El hecho es que Perón se volcó hacia la derecha. Cámpora había sido destituido y ahora sus hombres más cercanos eran gente como Lastiri (yerno de López Rega), Isabel Martínez, el criminal de guerra ustacha Mile Ravlic y López Rega. “El Brujo” López Rega, cuya siniestra influencia sobre el peronismo, Perón e Isabel crecía sin detenerse.


Presidencia de Isabel Martínez: López Rega en el poder

Las contradicciones del movimiento peronista que ni el mismo Perón fue capaz de manejar en vida, estallaron por los aires luego de su muerte en 1974. Perón, político excepcional, había hecho malabares entre izquierda y derecha en función de permanecer en el poder. Su ambigüedad y elocuencia lograron algo que parecía imposible: lograr la “unidad” de polos que parecían irreconciliables, lograr que tanto sectores del marxismo como de la ultraderecha católica desfilaran bajo la bandera del movimiento peronista. ¿Cómo no convertirse en el mayor líder de masas de la historia argentina? ¿Cómo consolidar una sólida oposición si el movimiento acaparaba a tantas ideologías distintas? Perón hizo lo que pudo para arbitrar las contradicciones que, si bien serían fatales, le permitían acaparar un poder inimaginable. Porque dentro del peronismo estaban los revolucionarios Montoneros que mataron al “gorila” Aramburu y abrieron camino a su retorno definitivo, pero también los sicarios de la Triple A que masacraron al pueblo en Ezeiza y a los veteranos de la Resistencia.

Cuando Isabel se hizo cargo de la presidencia nadie esperaba nada de sus aptitudes políticas. Por el contrario, se sabía que la persona que manejaba realmente el gobierno era nada menos que López Rega. El 5 de julio Isabel organizó una reunión en Olivos convocando a las figuras políticas más relevantes de la Argentina y a todos los miembros del gabinete, excluyendo a López Rega. La presidenta montó una farsa en la que preguntó a los presentes si creían que era conveniente la permanencia de López Rega en el gobierno. Quienes se sumaron a la severa crítica de Ricardo Balbín fueron los ministros Jorge Taiana (Educación), Benito Llambí (Defensa) y Ángel Federico Robledo (Interior). Todos fueron despedidos el 13 de agosto y reemplazados por Oscar Ivanissevich (fascista declarado), Adolfo Savino y Alberto Rocamora, respectivamente. La primera muestra política del totalitarismo que encaraba la dupla Martínez-López Rega. Las medidas de Ivanissevich fueron casi inmediatas: las clases fueron suspendidas en las facultades sin que se diera explicación alguna. Cuando la actividad se reanudó, las puertas de las facultades estaban custodiadas por agentes de la policía que realizaban cacheos a los estudiantes. Tal era la paranoia del oficialismo.
La Triple A, por su parte, dio rienda suelta a todas sus sangrientas fantasías. Para dar una muestra del cambio radical que hubo a partir de la muerte de Perón, basta con decir que “entre julio y septiembre de 1974 se produjeron 220 atentados de la Triple A –casi 3 por día-, 60 asesinatos -uno cada 19 horas-, y 44 víctimas resultaron con heridas graves. También 20 secuestros;1 cada 2 días” (Ignacio González Janzen, “La Triple-A”).
Tal y como indicaban los manuales de Zepeda, la Triple A focalizó sus atentados contra la población civil que denotara progresismo o estuviera vinculada (podía ser por simpatía) a la Tendencia. No hubo acciones de envergadura contra las organizaciones guerrilleras: en parte porque era riesgoso y difícil, en parte porque podían obtener los mismos efectos masacrando a civiles desarmados. Se sabe, sin embargo, que podían interrogar a los peronistas antes de matarlos, pero debían eliminar a cualquier prisionero del ERP de inmediato. De cualquier forma, lograron su cometido, despojando al peronismo y a la nación toda de brillantes ideólogos y hombres excepcionales, así como minando la Tendencia Revolucionaria del Movimiento.
En los mismos funerales de Perón, la custodia de Miguel secuestró al obrero Eduardo Romero, en el medio de la calle y a la vista de sus compañeros. Al otro día apareció su cadáver acribillado.
El 31 de julio la Triple A asesinó al diputado Rodolfo Ortega Peña, militante de la Resistencia, abogado defensor de presos políticos y firme crítico del lopezrreguismo. En su sepelio, el comisario Villar (fiel a su estilo aberrante y carente de cualquier escrupulosidad) intentó que sus hombres arrebataran el ataúd, tal y como había hecho con los féretros de los fusilados de Trelew.
Era común el escarmiento de familias enteras para atemorizar a los demás, ya fuera con un secuestro masivo o colocando una bomba en la casa del condenado. La Triple A solía enviar información a los medios para adjudicarse los crímenes que había cometido o bien para anunciar el nombre de sus futuras víctimas. Esta última era la manera en la que los terroristas “sugerían” a los mencionados que se marcharan inmediatamente del país (casos de Luis Brandoni y Nacha Guevara, para ilustrar). Los amenazados sabían que la sentencia seguramente se concretaría.
Pocos políticos condenaron los crímenes de la Triple A y su complicidad con el gobierno de Martínez. El clero, por su parte, tampoco realizó ninguna denuncia. El histórico líder del radicalismo, Ricardo Balbín, entregó un detallado informe a Isabel Martínez sobre la actividad de la Triple A, denunciando las actividades terroristas. Un gesto político digno, que puede atribuirse a la ingenuidad de Balbín al suponer que el Estado no amparaba la violencia extremista, o bien a su deseo de evidenciar públicamente esta complicidad. En cualquiera de los 2 casos, vale destacar el coraje de Balbín. Se supo luego que la Triple A planeaba asesinar a Balbín y culpar luego al ERP. Afortunadamente, se descubrió el complot y el dirigente salvó su vida.
El 16 de septiembre secuestraron y fusilaron a Atilio López, el ex-vicegobernador de Córdoba destituido por el Navarrazo. El 20 de ese mismo mes asesinaron a Julio Troxler, jefe de policía en 1955 que renunció luego del golpe militar. Había sobrevivido a la masacre de José León Suárez y actuaba como destacado miembro de la Resistencia.
El asesinato de Silvio Frondizi, hermano del ex-presidente Arturo, conmovió a la Tendencia Revolucionaria e incluso a los militantes del ERP. A plena luz del día, un comando de la Triple A entró a su casa, lo sacó a la fuerza, mató a su yerno Luis Mendiburu y lo encerró en un auto a la vista de los transeúntes. Como tantas otras víctimas de la Alianza, apareció al otro día muerto con ráfagas de ametralladora.
La Triple A también participó en la intervención universitaria del rector Ottalagano, realizando purgas masivas en las universidades de La Plata y Buenos Aires.
En ocasiones, los crímenes estaba dirigidos contra militantes de derecha, ya fuera por discrepancias o sospechas. Lógicamente, atribuían los crímenes a la guerrilla falseando comunicados entre los guerrilleros.
El gobierno, sin embargo, se debilitaba. La oposición estudiantil se mantuvo firme ante la intervención de Ottalagano, forzando su renuncia. El 7 de noviembre de 1974 se decretó el “Estado de Sitio” y las Fuerzas Armadas volvieron a ocupar un lugar destacado en la represión. ¿Porqué las FF.AA. respondían a la caricatura de gobierno? Básicamente, estaban recuperando el poder político que habían terminado de perder en 1973. Sabían que si la situación seguía así, era solo cuestión de tiempo para un golpe de estado que “pusiera orden” y permitiera una descontrolada violencia monopolizada por el Ejército, la Marina y Aeronáutica. Además, por ridícula que fuera la figura de López Rega, enfrentaban a un enemigo común: “la subversión”, el marxismo, el progresismo, los peronistas de la Resistencia que desde 1955 no abandonaban su lucha en contra del totalitarismo...
López Rega consiguió el cargo de la Secretaría de la Presidencia el 4 de enero de 1975, teniendo bajo su control a la Secretaría General del Gobierno, la Secretaría General Técnica, la Secretaría de Prensa y Difusión y la misma SIDE. Sin embargo, su momento de gloria duró poco. Las medidas del Ministro de Economía Celestino Rodrigo habían dejado en bancarrota al país y se produjo un estallido social que hizo caer estrepitosamente a López Rega y su gabinete. En las manifestaciones del 27 de junio y las huelgas del 7 y 8 de julio, las bases obreras del peronismo sobrepasaron a la burocracia sindical y prácticamente las forzaron a adherirse a las movilizaciones. Ni un mandatario de la talla de Lorenzo Miguel hubiera podido exponerse al suicidio de una oposición tan descarada al sector que supuestamente representaba. La burocracia sindical, por una vez, se vio forzada a adherirse a la protesta de las masas peronistas.
Fue el fin del lopezrreguismo. El Comisario General-Ministro de Trabajo-Secretario de la Presidencia renunció a todos sus cargos y fue enviado en una “misión oficial” a Brasil.
El 24 de marzo de 1976 el último golpe militar puso fin a la ineptitud política de Isabel Martínez de Perón para inaugurar una nueva etapa de terror sin precedentes. La represión que sufrió el pueblo argentino traspasó los límites conocidos de la inmoralidad y la barbarie. ¿La Triple A? Una parte fue absorbida por el Proceso de Reorganización Nacional, que mantuvo los elementos policiales y militares que ya operaban en la presidencia de Isabel Martínez. Otros grupos fueron contactados con la Internacional Negra a través del almirante Emilio Massera. Los sicarios fueron puestos al servicio de las operaciones que se gestarían en la España pos-franquista, destinadas a preservar la hegemonía de los sectores adictos a la nefasta figura del generalísimo.
No hubo, ni durante la presidencia de Isabel Martínez ni durante el Proceso, juicio a los integrantes de las bandas parapoliciales fascistas, si es que se necesita otra contundente prueba de la complicidad entre los 2 estados totalitarios y el terrorismo de derecha.

martes, agosto 14, 2007

Comentario sobre la Triple A

"Actualizo" con la conclusión de un análisis que tuve que hacer hace unos días. Después mando el resto del trabajo ("deja ya de joder con la Triple A!")

Sería insensato suponer que la Triple A fue un fenómeno aislado. Lo mismo si creyéramos que la influencia de la Triple A se limitó al período 1973/1976, y que su actividad fue de la mano junto con el apogeo y la caída de López Rega.
Ahora bien: ¿hasta qué punto la lucha de las Tres A fue dirigida contra la “infiltración marxista”? ¿Cuánto anti-comunismo había en la Alianza Anticomunista Argentina? El único factor combativo relevante que se auto-proclamaba marxista-leninista era el Ejército Revolucionario del Pueblo, y hoy sabemos que la Triple A nunca les lanzó una ofensiva frontal. ¿Quiénes eran los que más sufrían? Aquellos mencionados en los manuales de Zepeda. ¿Cómo es que la Triple A juntó a jerarcas sindicales bonaerenses con criminales de guerra internacionales avalados por fanáticos como Le Pen? En definitiva: ¿asistimos al escarmiento del inexistente comunismo, o al de la Tendencia Revolucionaria del peronismo?
El objetivo de esta reflexión no es sumergirme en un puro análisis semántico, sino vislumbrar el objetivo que se planteaba López Rega. Hoy sabemos que Montoneros, las Fuerzas Armadas Revolucionarias y la Juventud Peronista estaban lejos de buscar la dictadura del proletariado y la abolición de la propiedad privada. La “infiltración marxista” que a López Rega le preocupaba en Madrid era simplemente la tendencia combativa, el sector que luchaba para que Perón volviera después de casi 20 años a la Argentina, y el general sabía que necesitaba de esa tendencia.
¿Qué pretendía, entonces, López Rega con la Triple A? ¡Asegurarse la conducción del peronismo! Una vez muerto Perón, López terminaría de desplegar a su ejército y contaría con una espectacular fuerza de choque que le permitiera dar el golpe final a las bases obreras. ¿Y cómo podía tener un respaldo aún mayor? ¿Cómo lograr que los poderosos intereses internacionales avalaran su causa? ¡Utilizando el “fantasma del comunismo”!
Vale destacar que es poco probable que Robert Hill o la CIA se tomaran en serio la posibilidad de una Revolución Comunista en Argentina. Sin embargo, la democratización de un movimiento de masas tan poderoso como el peronismo hacían peligrar los intereses de los Estados Unidos, que querían consolidar una influencia hegemónica sobre una América Latina. Que debía estar, a su vez, en una situación de dependencia colonial. Así que apoyaron, entonces, al proyecto de autoritarismo político de la derecha y pusieron en contacto al Brujo con la Internacional Fascista. De golpe, todos los intereses se vieron luchando juntos: Estados Unidos construyendo su Argentina colonial, los elementos más fanáticos de la Internacional Fascista (batallando en su lucha bíblica contra el “comunismo”) y la miserable corte de López Rega y los sindicalistas traidores como Miguel o Rucci, dispuestos a “copar” el peronismo.
¿Y Perón? Durante toda su carrera política utilizó las contradicciones a su gusto y sacó el mejor provecho de ellas, pero engendró un movimiento contradictorio cuyas facciones quedaron enfrentadas a muerte. No pudo prever que, luego de su muerte, ya no sería capaz de manejar estas contradicciones que ya se le estaban yendo de las manos. Discutir sobre la ideología de Perón es como discutir sobre la presencia de nazis en la Argentina. ¿Era un político excepcional que buscaba la conciliación con todas las tendencias para darle lo mejor al pueblo argentino? ¿O era un manipulador inescrupuloso y carente de ética al que sólo le importaba el poder? Cuestión ideológica que no me siento capaz de analizar. La figura de Perón representa mucho para algunos y despierta un visceral rechazo en otros, y hay un sinfín de argumentos para defender ambas posturas. Si se toma la primera, el peronismo debe realizar una sincera autocrítica para reconocer las consecuencias de las contradicciones. Si se toma la segunda, hay que reconocer que el peronismo logró avances innegables que marcaron profundos cambios en la sociedad argentina.

Es de suma importancia saber que estos pensamientos de ultraderecha sobrevivieron a la década del 70 y sobreviven hasta el día de hoy. La infame aberración que López Rega comandó implicaba intereses mucho más trascendentes que los de él y la derecha peronista. Es así que la Triple A fue absorbida por la dictadura y por la Internacional Negra. Pero es estrictamente necesario apelar a la memoria y a la conciencia política.
Hoy en día se habla de “la época de la ‘subversión’”, y son cada vez más las personas que adhieren a la insultante y simplista “teoría de los 2 demonios”. Otros, directamente, reivindican a los militares olvidando que eran ellos los que, directa e indirectamente, habían iniciado y fogueado la violencia descontrolada.
La falta de memoria es lo que permite que el día de hoy, la página web de la UOM muestre José Ignacio Rucci y a Augusto Vandor como “luchadores destacados del peronismo”, mártires víctimas de infames y cobardes asesinatos. La misma página que muestra a Lorenzo Miguel como un héroe de la conducción sindical.
Sólo mediante la memoria es posible evitar caer en los errores del pasado. Sólo la cultura política de un pueblo hace que este no sea víctima del extremismo y de la violencia paraestatal presentada como solución definitiva.

jueves, febrero 01, 2007

Historia violenta en Brooklyn

Jimmy Pacelli fumaba tranquilamente un cigarrillo cuando alguien llamó a la puerta. El viejo se incorporó con lentitud y atravesó el oscuro galpón, esquivando las pilas de cajones polvorientos. Su reloj pulsera indicaba las 3 de la mañana pero, al fin y al cabo, no se trataba de una visita inesperada . A la sombra, semi-escondido en un rincón al lado de la puerta, dormitaba el anciano Gurt. Su aspecto demacrado empeoraba cada día, pero Jimmy ya estaba acostumbrado.
- ¿Quién es?- preguntó Jimmy.
- Luciano- le respondió una voz que sonaba distante a través de la puerta de hierro.
El viejo Pacelli abrió con una sonrisa y recibió a la persona que habría de aclararle un poco las cosas. Frank Luciano, por su parte, le sonrió con calidez y entró al depósito. Era un hombre de unos 45 años, alto y corpulento, vestido con traje, sobretodo y sombrero. Su expresión era amable, pero sus ojos negros delataban su seriedad.
- Pasa, estaba... jugándole vencidas a Gurt.
Jimmy rió con entusiasmo, pero el chiste no era para nada gracioso. Frank Luciano miró al decrépito anciano con una mezcla de asco y compasión. Todos en Brooklyn sabían que Gurt Wilson no se movía, ni hablaba, ni oía desde hacía ya 20 años. Apenas se molestaba en comer cuando le daban el alimento en la boca. Para colmo hacía ya varios meses que no lo veían abrir los ojos, así que eran pocos los que le daban al octogenario más de unas semanas de vida.
- Jimmy- dijo Frank lentamente y con sutileza, procurando ignorar la incómoda presencia de Wilson a sus espaldas -, sabes bien que tu territorio no llega ni por asomo hasta...
- ¡Oh, tonterías!-descartó Jimmy de inmediato, sonriendo, mientras hacía un gesto con la mano.
Frank respiró hondo, armándose de paciencia, y prosiguió:
- ... sabes que no puedes comerciar cerca de la iglesia Jim, lo acordado fue...
- Escúchame Frank- interrumpió nuevamente Pacelli, sin perder nunca su tono apacible -, sabes que esto no va a durar para siempre. ¡La Ley Seca es más impopular que el Comunismo, por Dios! Ahora te parece que es una guerra, pero en tan solo unos meses...
- ... en unos meses veremos qué ocurre, Jim, pero ahora tienes que cuidarte las espaldas. El barrio es de los irlandeses, te guste o no. Las cosas están muy agitadas desde que esos estúpidos acribillaron al reverendo, y ahora están rodando muchas cabezas pelirrojas.
Pacelli le dio una larga pitada a su cigarrillo.
-¿Cuál es tu punto? ¿Cuál es el problema?- agregó riendo- Tú lo dijiste: el barrio está vacío, ¿qué peligro representa ahora el matón de O’Malley?
El viejo miró atentamente a su interlocutor, con expresión pensativa y los pequeños ojos celestes entrecerrados.
-¿Porqué se preocupa Torelli por mí, Frank? ¿Porqué te manda a asesorarme en mis negocios?
-Porque eres un buen amigo, Jimmy, y no quiere verte muerto por un barrio pestilente. No es un buen momento para agitar la colmena, las cosas van muy mal ahí abajo y sabes que no tienes la gente suficiente para montar un negocio allí. O’Malley será condenado a prisión perpetua, pero muchos buitres quieren recibir su porción del terreno. No podrás cargártelos tú y tus muchachos, Jim. Tu Sicilian Gang ya no es lo que era hace 15 años.
Pacelli siguió fumando y se sentó en una de las cajas, pensativo. Su expresión ahora era de total seriedad.
- Es tierra de nadie... – dijo el viejo lentamente, con la mirada perdida – En este momento es tierra de nadie y vendí un cargamento diminuto. ¿Quién demonios quiere hacerme pagar por eso?
Frank Luciano suspiró y quedó callado por unos segundos que parecieron eternos.
- No puedo decírtelo, Jim- dijo finalmente.
- Me lo imaginaba -dijo Pacelli con tristeza.
Dejaron de hablar. Durante un par de minutos sólo se escucharon los lejanos ecos de los autos.
- Mira Jimmy- dijo Frank rompiendo el silencio -. Bien sabes tú cuándo debes resignarte. Torelli te estima de verdad y seguramente podrá conseguir algo para ti, pero ahora mismo debes tener mucho cuidado. Brooklyn ya no es un lugar seguro. Haz llegado a los 70 y nadie hasta ahora quiere verte muerto, ¡es jodidamente notable, Jim! ¿Porqué arriesgarse justo ahora a tirar todo a la basura?
Pacelli se mantuvo en silencio hasta terminar el cigarrillo.
- Gracias Frank - dijo esbozando una débil sonrisa mientras se incorporaba -, pero llegué a los 70 cediendo sólo cuando debía hacerlo. De haber escuchado cada advertencia de este tipo, ya estaría muerto por imbécil. O retirado, que a fin de cuentas es lo mismo.
Pacelli empezó a caminar lentamente hacia el fondo del galpón, con las manos atrás de la espalda.
- ¿Te quedas a tomar algo, Frank?- preguntó mientras caminaba, dando por terminada esa conversación.
- No, gracias Jim- repuso Luciano, resignado. Ahora que lo venía de espaldas, Pacelli le parecía mucho más pequeño.
El viejo estuvo mirando la pared unos cuantos minutos, conciente del tenebroso silencio. Ahora la parecía tristemente obvio, pero hasta ese momento no había estado seguro:
- Torelli quiere el barrio, ¿verdad Frank?- preguntó sin darse vuelta.
- Así es, Jim- respondió con calma Luciano, que ya había sacado su revólver.
Pacelli cerró los ojos.
- ¿No hay nada que se pueda hacer?- preguntó con tristeza.
- Ya no, Jim.
Pacelli suspiró. Luciano ya le estaba apuntando al cuello, sosteniendo el Colt con el brazo derecho en alto
- Cuánto lo siento, Frank.
- Créeme: yo también.
El disparo se oyó a 2 cuadras a la redonda. La bala entró por la nuca y prácticamente despedazó la cabeza.

El arresto de Mike O’Malley y el asesinato de Don Jordi Torelli, Frank Luciano y la mitad de la familia de Palermo, propulsaron el espectacular ascenso de Jimmy Pacelli. Los jóvenes de la Sicilian Gang parecieron salir de la nada y montaron una carnicería como nunca antes se había visto en el barrio irlandés. El cuerpo despedazado de Frank Luciano apareció una mañana en las vías del tren, mientras que a Torelli lo ametrallaron 5 hombres cuando salía de su casa. Pacelli amasó una enorme fortuna en 5 años y luego desapareció misteriosamente del mapa. Un cronista del New York Times lo encontró meses después en una mansión del Caribe.
Jimmy Pacelli vivió en paz hasta los 92 años. Su aspecto indefenso e inocente fue de gran ayuda en sus años criminales. Y el gran secreto de su éxito fue que, por más de 20 años, todos en Brooklyn creyeron la magistral actuación de Gurt Wilson, el mortífero tirador anciano que veía, oía y, fundamentalmente, se movía.

sábado, enero 06, 2007

Crónica de un Inquisidor

De vuelta tras un año de inactividad! Procuro ampliar un poco el blog dando lugar a otro tipo de material. Lo siguiente es ¿ficción? pura y exclusivamente, el narrador no refleja la filosofía del autor.

Tiembla mi mano esta noche de invierno. Tiembla mi mano mientras escribo en el pergamino los siniestros sucesos que acontecieron hace ya 50 años. Relato la razón por la cual tuve que trasladarme a este monasterio, para expiar mis culpas y refugiarme en el olvido. Ahora que me sé cerca del fin, sólo ruego a Dios que me perdone, puesto que no pude mantener mi entereza al encontrarme con el Demonio.

El atardecer caía sobre Castilla. Tenía yo 18 años, y era un fervoroso soldado al servicio de la Santa Inquisición. Mi tarea consistía en escoltar a una joven y salvaje bruja a la hoguera, donde habría de pagar por sus pecados. Un burro arrastraba la jaula en la que manteníamos encerrada a la hechicera. La procesión estaba encabezada por un anciano hermano dominico, que rezaba en voz alta mientras caminaba. Yo marchaba lentamente al lado de la jaula y miraba de vez en cuando a la bruja, cuando se retorcía mientras maldecía en una lengua extraña. “Gitana”, la llamaban algunos, pero se trataba de una palabra vacía y perversa cuyo significado escapaba a mi comprensión. No me importaba. Mi deber era guiarla hacia la justicia y nada más que eso.
¡Oh, lúgubres tentaciones! ¡Infame cuerpo pecador! Sucumbí mientras andábamos por las calles, mientras la gente la insultaba y maldecía. La debilidad de mi carne me hizo sentir una impía fascinación por ella. Sus ojos verdes como esmeraldas, su furiosa cabellera roja... aquel cuerpo no era más que una infernal provocación para mis lascivos instintos pecadores. No podía apartar mis ojos de ella, harapienta, sucia, sudorosa...

La noche se adueñaba de la ciudad. Las masas lanzaban gritos cada vez más furiosos, mientas el sacerdote rezaba con voz atronadora y ojos severos que miraban al vacío. Fue entonces cuando ella empezó a mirarme. Mas no eran fugaces miradas de odio y desesperación: ahora había clavado sus ojos en los míos; atenta; provocadora. Instintivamente acerqué mi rostro hacia la jaula, aunque lo estaba acercando hacia ella. No reparé en que la carreta había detenido su marcha: nada me importaba, tal era el poder de su hechizo. El aire se hacía más espeso, la atmósfera se oscurecía, las multitudes callaban. El entorno era el de un sueño profundo. Estaba sumergido en un trance total, y de alguna forma lo sabía. Fue entonces cuando ocurrió: el bullicio y la normalidad volvieron con su mirada. Oh, Dios, jamás olvidaré esa mirada: sus verdes ojos emitieron un rojo destello que hizo aún más terrible su diabólica sonrisa de triunfo. Hubo un estallido y un espeso humo negro envolvió la jaula. La gente gritaba, yo no sabía qué hacer. Al disolverse la humareda, caí de rodillas y rompí a llorar: en la cerradura de la puerta abierta de la jaula, descansaba la llave que unos segundos atrás colgaba de mi cinturón. Y la bruja había desaparecido.

Mienten los cerdos luteranos que niegan herejías como ésta y su relación con el Oscuro. ¿De qué forma pueden obrar elixires y pociones del Lejano Oriente? ¿Quién sino un acólito de Satanás puede conjurar sortilegios que nublen así los sentidos del justo?
Lejos de mi patria y en mi lecho de muerte, solo quiero dejar un testimonio de este terrible suceso para el atento lector. Que no cometa los mismos errores que yo; que triunfe donde fracasé miserablemente. Porque bien puede ser terrenal la humillación, pero el inexorable castigo de Dios nos atormentará para siempre.